Siempre eran los dos extremos los que marcaban su vida. Nunca había un
punto medio. O blanco, o negro; no sabía de la existencia de la escala
de grises. Era imprevisible, impulsiva, maniática; pero también era la
persona más dulce, sincera y expresiva. Capaz de querer con todas sus
fuerzas... hasta que la intentasen enjaular.
Precisamente eso era lo que
la hacía tan especial: saber que nunca cedería ante las imposiciones,
que no vendería su alma por nada, ni por nadie.
Y así pasaba la vida, en una lucha constante por conseguir aquello que
tanto quería, sin permitir que nadie la haciera aflojar en la difícil
batalla que tenía por delante.
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