No era la primera vez que estaba en aquella situación: la sensación de  asfixia, la arena aplastando sus pulmones, el cielo rojizo indicando que  el anochecer estaba cerca, con las consiguientes bajadas de temperatura  nocturnas... Las demás veces había ladrado, consiguiendo llamar la  atención de algún transeúnte que le desenterró cuando ya tenía los  músculos atrofiados de pelear contra aquella fuerza que le empujaba.  Pero no aquella vez, no aquel día. El final estaba muy cerca, y  probablemente tampoco le quedasen ganas de salir de allí, simplemente de  entregarse al sino que le había llevado una y otra vez al mismo punto.

 
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